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Últimas tardes con Anabel

Inolvidable Anabel (1955-2008)

“Todos aspiramos a hacer lo que queremos y querer lo que hacemos… para un intelectual eso es muy difícil”: Anabel Ochoa
EVE GIL, Charlas de café, Revista Siempre!

“Me gusta reírme de la sexualidad, y creo que si fuéramos menos solemnes en ese terreno, seríamos mejores”, señala sonriente la sexóloga Anabel Ochoa, oriunda del País Vasco (Bilbao, 1955), con veinte años de radicar en México. Esta notabilísima mujer ha sabido desdoblarse para figurar tanto en el embrujo mediático, como en medio artístico e intelectual. Como la propia Anabel bien señala, parte de su éxito radica en haber traducido el lenguaje técnico de la educación sexual en la lengua común: “Cuando empecé solo había de dos: palabras técnicas de manejo médico, o palabras que no se podían decir en los medios. Era necesario crear un puente. Ahora estoy haciendo la obra Monólogos de la vagina, vamos a entrar en octavo año, pero cuando debutamos había periódicos que se negaban a sacar el anuncio. Solicitaban, por ejemplo, que sustituyéramos “vagina” con “mujeres”. No podían con esa palabra.”
Honor a quien honor merece: probablemente Anabel haya sido la primera en emplear palabras “fuertes” en la radio mexicana, y la que finalmente hizo de esta terminología algo de uso tan común como lo es la propia sexualidad. Su segunda novela, El conversador (Suma, 2007), tiene algo que ver con eso: con el inmenso poder del lenguaje para transformar a los seres humanos y, en un descuido, a toda una sociedad, aunque, educadora a fin de cuentas, la autora le da a su narración cierto sesgo de tratado: “Tuve que detenerme porque de pronto temí que el glosario saliera más extenso que la novela” –bromea.
Aunque divertida, El conversador, novela acompañada de seis relatos independientes, se presta a una lectura no solo profunda, sino temeraria. El triángulo amoroso que aquí se aborda, entre dos varones bisexuales y una mujer, pasa por el tamiz de lo que en el psicoanálisis se conoce oficialmente como transferencia y, al revés, como contra-transferencia: “Hay un enamoramiento –señala Anabel -pero, gracias a lo estricto del psicoanálisis, se rompe la terapia y no se puede seguir por ahí.”
“Como aquí no están bajo estos cánones, y se supone que el doctor Rotaeta ha contratado a Rubén solo para conversar, ambos lo presumen inocente y muerden el anzuelo. El psicoanalista, habituado a escuchar gente, decide contratar a alguien que lo escuche, y el conversador también cae en la red y se enamoran sin remedio. Cuando hablas con alguien hay un enamoramiento, de hecho, una de las características del desamor es retirarle el habla a alguien. Y esa es una de las formas de crueldad psicológica más brutales. Hablar, enamora.”
El protagonista de la novela, Rubén, un intelectual desempleado, se inventa un oficio para ejercerlo con toda la seriedad del caso: el de conversador, “Y entonces se le ocurre que si domina las palabras, y puede hablar con cualquiera, sobre cualquier tema. Cree que si domina el lenguaje puede dominarlo todo, y seguro que hay por ahí mucha gente necesitada de hablar… no de terapia, solo de hablar, que en sí mismo puede funcionar como una terapia. Todos aspiramos en la vida a hacer lo que quiero y querer lo que hago, pero en un intelectual ganarse la vida está muy difícil. Y cultivar la vida interior también es muy difícil, y él cree haber descubierto el hilo negro, pero lo terrible es que las palabras no son inocentes porque el pensamiento es lenguaje y viceversa se ve atrapado por las propias palabras. Su propia sexualidad, que él niega, de pronto aflora de una manera brutal.”
El tercer personaje en discordia, Marlén, es una ninfómana irremediable que lo ha contratado para saber lo que se siente conversar con un hombre al que no podrá llevar a la cama: “No puedo escapar a ser feminista… y de hueso colorado. En todo lo que hago siempre aparece una mujer ruda en sus acciones, pero muy profunda en su pensamiento. Marlén es la sobreviviente, la que arma todos los líos cruzados de amor, y ese personaje se mantiene en mi vida: la ninfómana feminista, que es como una contradicción, porque en el feminismo, en un supuesto feminismo extremo que no existe, es un mundo de mujeres sin hombres. A esta le apasionan los hombres, pero como objetos sexuales. Hay quienes insisten en creer que para ser feminista tienes que ser lesbiana, y si eres heterosexual, deber ser machista y sometida. Marlén, de alguna manera, es Johanna, la heroína de Tras el falo, mi primera novela (finalista en el Premio La sonrisa vertical), aunque de alguna manera está inspirada en una gran amiga mía en España, ninfómana a un extremo patológico. Aunque uno tiende a inspirarse en personas reales, el personaje termina por ser autónomo y se te escapa de las manos.”
Rubén afirma sentir aversión hacia cualquier contacto sexual, sea con hombres o con mujeres, pues desprecia lo que amenace imponer sus instintos a sus neuronas, en este sentido, dice Anabel, el personaje satiriza a las “capillitas” del psicoanálisis: “Yo soy de formación freudiana, psicoanalista lacaniana, pero en las capillas ocurren extremos y, desde luego, a pesar de ser una defensora a capa y espada de Freud, es un hecho que era machista, súper machista, y nunca pudo trascender ese punto.”
Mucho se le ha preguntado a Anabel si para escribir sus novelas y relatos se inspira en los casos que diariamente contribuye a resolver en su programa del mediodía en la 1260 AM, y cuya duración al aire es, de nada menos, ¡tres horas!: “Si yo trascribiera los casos me tomarían por una loca delirante porque lo que ocurre en las vidas interiores de las personas es mucho más fuerte que mi narración. Muy a menudo me piden que escriba un libro con las historias del programa, pero ese sería otro género. En la novela tenemos que despegar de lo real, delinear otras cosas, ensanchar el pensamiento y llegar a puntos que pudieran parecer imposibles. Todos los días salgo asombrada del programa… ¡y mira que para asombrarme a mí…!
A pesar de su muy exitosa trayectoria al frente de los micrófonos (aunque las cámaras se la disputan: ella prefiere mil veces la radio porque le permite profundizar en los hechos: en la televisión le exigen hablar rodeada de nalgas: ese es el lamentable concepto que en TV se tiene de la sexualidad), Anabel Ochoa, considerada una de las figuras públicas más influyente, se percibe así misma como una escritora, más que como sexóloga o comunicadora.

Más sobre Anabel en el blog-esposo: Ludibria

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