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Obama: la virtud como sustento de la esperanza

Por Héctor Ceballos Garibay

Mientras Barak Obama desplegaba su proverbial elocuencia en su discurso de toma de posesión, las Bolsas de Valores de todo el mundo caían una vez más, agobiadas por la falta de liquidez monetaria y por su propia mala conciencia: los ladrones, entre más codiciosos y prepotentes, menos confianza se tienen los unos a los otros. Estos oligarcas del dinero saben que ese capitalismo casino, rapaz y voraz, se ha liquidado para siempre. ¡Nunca más, desde este histórico día, el mercado libre y la jungla financiera gozarán de esa complicidad gubernamental con la cual medraron a su antojo durante los pasados ocho años de la administración Bush! Y por eso el miedo de la plutocracia, porque intuyen que ahora sí habrá regulación estatal y una mayor y mejor vigilancia fiscal. En efecto, a partir de esta crucial fecha se ha activado un proyecto político alternativo que, siendo la antítesis radical de la doctrina neoliberal y neoconservadora hoy en decadencia, se sustenta en los tres puntos axiales expuestos por Obama durante su campaña electoral y reiterados en la pieza oratoria posterior a su juramentación como Presidente de los Estados Unidos.
1- De cara a un mundo asolado por conflictos y desafíos titánicos: recesión económica mundial, ecocidio del planeta, cruentas guerras étnicas y geopolíticas, desprestigio de las élites políticas, proliferación de la pobreza, incremento de la delincuencia, etc., no existe mejor respuesta que ofrecer un trabajo arduo, sistemático, legal y responsable por parte de la nueva clase dirigente. Cabe advertir, sin embargo, que la tarea bienhechora de los gobernantes jamás tendrá éxito sino se retroalimenta y multiplica con los esfuerzos individuales y mancomunados del conjunto de los ciudadanos. La encomienda se presenta harto difícil, pero no habrá claudicación.
2- Frente a un universo en donde, por desdicha, abunda el sectarismo, la exclusión, la discriminación, el racismo, el ultranacionalismo y el fundamentalismo religioso, se debe fomentar una actitud incluyente y tolerante, donde sean los ideales humanistas e igualitarios los que florezcan. ¡Todos tenemos derecho a la felicidad, sea cual sea nuestra idiosincrasia política, origen étnico, posición social y preferencia sexual! Desde esta perspectiva, se vuelve indispensable convocar a un diálogo amistoso con todos los pueblos del mundo sobre la base del “poder inteligente”, esa interlocución civilizada que prioriza la concordia y la diplomacia por sobre la amenaza y el colonialismo. Desterrar tanto las guerras preventivas como la imposición de cualquier sistema ideológico por la vía de las armas. Elegir, en cambio, el liderazgo sustentado en el reconocimiento de capacidades propias y en los valores humanistas universales. Qué mejor ejemplo, para ilustrar esta nueva y venturosa política multicultural y ecuménica, que recordar el origen mestizo y sincrético del nuevo Presidente, base indiscutible de esa radiante esperanza que ha suscitado al congregar las esperanzas de una gran diversidad de clases, razas, generaciones, étnias y naciones. Basta ya de egoísmos y prepotencias. Que viva la diversidad y la tolerancia, la alianza de civilizaciones y la confraternidad internacional.
3- Y como respuesta eficaz y loable ante el deterioro de la competitividad laboral, la infraestructura obsoleta y la mala calidad de vida (salud, vivienda, educación, etc.), se postula la urgencia de impulsar de inmediato una estrategia que promueva los nuevos medios de comunicación (telefonía celular, ciberespacio, etc.), que se fundamente en tecnologías limpias y proyectos sostenibles (energía eólica, solar, etc.) y, sobre todo, en el cultivo del saber científico y humanístico (fundamental para sobresalir en la “sociedad del conocimiento”). Un saber que abarque todos los niveles de escolaridad y se extienda por el conjunto de los oficios y las profesiones. Este concepto de desarrollo integral debe incorporar no sólo la urgente renovación del pensamiento, la ciencia y las artes, sino que también tiene que proyectarse hacia una actitud altruista y cotidiana apuntalada en el servicio en pro de la comunidad, es decir, en la generosidad y solidaridad con los compatriotas y con el genero humano, concebido éste a partir de su más rica y nutricia heterogeneidad cultural.
El espléndido mensaje de Obama podría resumirse en tres bellas palabras: esperanza, concordia y virtud (según Maquiavelo: el talento personal para hacer bien las cosas). Una triada que alienta el ánimo festivo de los optimistas, un espíritu de lucha y de transformación que, por lo menos, debería suscitar el beneficio de la duda en los eternos encolerizados, los nihilistas de siempre.
Sés Jarháni, Uruapan, Mich, a 20 de enero del 2009.
*Colaboración especial.

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