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Ruth Molotov


Por Rafael Cardona Cortesía: CONTACTOX 

Dos fueron los momentos notables de Ruth Zavaleta, la militante aguerrida cuya renuncia hoy se vuelve noticia sin ser noticia, al frente de la Cámara de Diputados. El primero, obviamente, cuando presidió la última sesión “normal” en la rendición de un informe presidencial y, el segundo, cuando denunció (para después retractarse) la existencia de explosivos en el recinto parlamentario, introducidos por sus compañeros de partido, para bombardear en caso necesario la accidentada toma de posesión de Felipe Calderón.
Alguien podrá incluir en esa breve relación de ocasiones importantes la tarde cuando rompió en definitiva con Andrés M. López O., a quien llamó “bravucón de taberna”.
Los casos anteriores, su presidencia en el informe calderonista y la pendencia con López O., no tienen demasiados misterios. Se recuerda claramente cómo se levantó de la tribuna alta de la Cámara y dejó momentáneamente la sesión en manos de Cristian Castaños, vicepresidente, para no actuar formalmente ante un presidente cuya legitimidad muchos mexicanos ponían (y algunos siguen poniendo) en duda.
Pero el caso de los cocteles Molotov con los cuales se podía crear un alboroto mayúsculo y evidentemente peligroso ya tuvo otro origen, en el cual este redactor estuvo presente y puede relatarlo una vez más.
Se trataba de representar como último acto público de Ruth en la presidencia legislativa un libro editado por la Cámara de Diputados. Un compendio fotográfico, una memoria gráfica del periodo bajo su responsabilidad, con el trabajo del conocido fotoperiodista Aarón Sánchez.
Habíamos sido invitados José Carreño Carlón, Francisco Ramírez y yo para analizar la obra y presentarla. Todos habían elogiado la calidad de las imágenes y, con el interés de distender la solemne ceremonia donde todo era ditirambos y barroquismos elogiosos para Aarón (quien los merece, obviamente), a mí se me ocurrido hacer una broma.
En una de las páginas, Sánchez puso una imagen de un perro entrenado en la búsqueda de explosivos olisqueando una curul. Parecía como si el noble can estuviera sentado en ella. Parecía diputado canino. Yo pregunté: ¿quién es este pinche perro?
A la broma Ruth explicó las cosas a su manera.
Obviamente, comentó la calidad del sabueso y soltó de pronto: es que mis compañeros habían metido unas bombitas Molotov en caso de que hubiera jaleo. La revelación era realmente (y literalmente) explosiva. ¿Había estado en riesgo la toma de posesión de Calderón de acabar en un acto guerrillero dentro de la misma Cámara? ¿Habían detectado las gasolinas los perros del Estado Mayor Presidencial?
El PRD arrinconó a Ruth y le exigió explicaciones, y ella reaccionó con una pública retractación.
“La verdad –dijo–, yo nunca vi las bombas”.
Para mí ese fue el momento final de Zavaleta en su partido.
Después vino el desastre de René Arce, en Iztapalapa, con todo y el sainete de Juanito. Perdidos los militantes de esa corriente en su feudo principal, ya no tenían nada por delante en el partido del sol azteca.
Por eso la renuncia de hace un par de días no me sorprende. Tampoco me conmueven los argumentos heroicos para salirse. No me parece una batalla por las convicciones, me parece una lógica disminución del espacio. No es un conflicto ideológico, es una derrota política.
Por eso estas palabras no son sino el ornamento de una derrota conocida:
“Hoy, la concepción de la nueva izquierda por la que luchamos en el interior del PRD fue desplazada por la de seguir dependiendo del candidato en turno; se renuncia al fortalecimiento regional y la estrategia de fortalecimiento institucional; se cambia el diálogo por la estridencia y se ha privilegiado la descalificación y la agresión al razonamiento y la solidaridad. Ante ello, el partido disminuye su competencia electoral y su definición de institución de acuerdos y pierde credibilidad y confianza de los sectores mayoritarios.
“No hemos creado una estructura regional para competir y mantener nuestra presencia… carecemos de instrumentos certeros para dirimir nuestras controversias internas… nuestra estrategia electoral es, actualmente, impotente ante los retos que se nos presentan… la discusión sustancial se pretende disfrazar como ‘traición al pueblo y al partido’… se niega la posibilidad de los acuerdos satanizando y descalificando a quienes los impulsen y con ello se pierden oportunidades para participar…”.
Ruth Zavaleta había sido mencionada con insistencia para la candidatura del PRD en Guerrero (a tal afán se apresta con presteza de posaderas César Nava). Eso resultó imposible desde la izquierda. Ella no era más integrante de esa alicaída organización. Ella es parte del proyecto de René Arce. Y René por sí mismo no es un partido político. Ella tampoco.
Sin embargo, en su renuncia hay una verdad mayor:
“Los ciudadanos se van alejando del Partido de la Revolución Democrática y no ven en nosotros una opción de gobierno ni una propuesta confiable…”.
racarsa@hotmail.com
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